21 de marzo: Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial
En los últimos días, el ritmo de la actualidad social y política es frenético y nos cuesta procesar todo lo que sucede. En este tiempo, los titulares parecen más importantes que los contenidos, los lemas interesan más que las propuestas, proyectos y programas y en muchas ocasiones observamos como personas que deben ser un ejemplo por su repercusión pública vacían de contenido palabras o utilizan a la ligera algunos conceptos.
Teniendo en cuenta el año que hemos atravesado, marcado por la pandemia de la COVID 19, que ha acarreado una crisis sanitaria y económica con consecuencias muy graves para la población, es fundamental impulsar espacios para la reflexión que apuesten por diseñar estrategias para garantizar las condiciones de vida de todas las personas.
Las investigaciones sociales alertan sobre el agravamiento de las desigualdades, de modo que es prioritario crear un clima de respeto y sosiego para debatir sobre las propuestas que nos ayuden a solventar los desafíos que debemos afrontar. La compleja realidad necesita más reflexión que titular y las y los representantes políticos, así como la sociedad en su conjunto, debemos ser responsables con las palabras que utilizamos. Es importante implicarse en que palabras como fascismo o derechos humanos no pierdan ni su sentido ni su significado.
El próximo sábado 21 de marzo se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial. Cada día internacional tiene detrás una historia, o varias, que nos ayudan a comprender tanto las razones por las que son importantes conmemorarlos, como nos inspiran estrategias para construir un presente y futuro con derechos.
Las historias tienen nombres propios, acciones individuales y colectivas que transforman la injusticia y dan sentido y significado a la palabra democracia. Martin Luther King o Rosa Parks son de esos nombres propios, que más conocemos, y cuyas acciones individuales y colectivas contribuyeron a eliminar prácticas racistas explicitas y ensanchar el significado de las palabras justicia, igualdad y libertad en nuestra sociedad.
En 2021, Naciones Unidas propone reflexionar sobre el papel de la juventud en lucha contra el racismo y lanza la campaña: «La juventud se alza contra el racismo» cuyo lema es #LuchemosContraElRacismo (#FightRacism). Teniendo en cuenta la actualidad política y los desafíos sociales, desde Yo soy servicios públicos, en el marco de conmemoración del 21 de marzo, queremos dedicar este PosicionaT a recuperar referentes y facilitar contenidos para la reflexión que nos inspiren a erradicar el racismo existente en nuestro entorno más cercano.
Con el interés de fortalecer el papel de los servicios públicos en el fomento de la igualdad de oportunidades en esta ocasión queremos centrarnos en: Linda Brown, Ruby Bridges y Barbara Henry, cuyas acciones consiguieron transformar el sistema educativo. Vamos a viajar en el tiempo e ir hasta Estados Unidos para luego volver y reflexionar sobre cómo podemos contribuir a construir unos servicios públicos al servicio de los derechos de todas y todos hoy día.
Comenzamos por Linda Brown que es conocida como la niña que acabó con la segregación educativa en EEUU. Nos remontamos a la década de los 50 del siglo pasado. Linda para llegar a la escuela que le habían asignado en Topeka, Kansas, tenía que recorrer un trayecto largo y desangelado. En ese tiempo, la Asociación Nacional para el Avance de Personas de Color (NAACP, en sus siglas inglesas) alentaba a familias afroamericanas a tratar de inscribir a sus hijos en las escuelas más cercanas a sus hogares aunque fueran sólo para blancos. Así que su familia decidió inscribirla en un colegio más cercano a su casa. Oliver Brown, el padre de Linda, lo hizo. En septiembre de 1950, cuando Brown cursaba tercero de primaria, fue con su padre a matricularse al Sumner Elementary School. Pero tal y como se temían: la escuela denegó la inscripción a la familia Brown porque allí solo estudiaban niños blancos y Brown era negra.
Pero Linda, junto a su familia y a otras familias, cambió la historia. En concreto trece familias de distintos estados se inscribieron y fueron rechazados, lo que sirvió a la NAACP para presentar una demanda conjunta. Los apellidos de los demandantes se ordenaron alfabéticamente y Brown fue el primero de ellos, lo que dio nombre al caso: Brown v. Board of Education, que significa, Brown contra el Sistema Educativo. El caso llevó su tiempo, pero el resultado fue que la máxima autoridad judicial estadounidense, el Tribunal Supremo, acabó por unanimidad con la segregación racial en las escuelas en 1954.
La doctrina de “segregados pero iguales” que regía en la educación pública desde 1896 se consideró inconstitucional porque no ofrecía a las niñas y niños negros una protección igualitaria bajo la ley. Brown no se benefició directamente de la sentencia porque al año siguiente de presentar la denuncia, entró en la escuela secundaria, que en Topeka no estaba segregada.
La sentencia cambio el rumbo de la historia y se consiguió abolir las leyes segregacionistas, sin embargo sabemos que de las leyes a los hechos siempre hay un largo camino por recorrer. En muchas ciudades estadounidenses, a pesar de la eliminación de dichas leyes continuaron con la separación, pues una parte de la sociedad se negaba a aceptar la mezcla entre personas.
Es aquí donde vienen nuestras siguientes dos protagonistas. En ese mismo tiempo, Nueva Orleans era una ciudad con muchos problemas de discriminación, pero una niña de seis años y su maestra consiguieron hacer efectiva la eliminación de la escuela segregada. Ruby Bridges fue la primera alumna en asistir a una escuela “de blancos”. Es importante señalar, que la decisión tuvo muchas consecuencias para la familia, para la escuela y para la sociedad. Su padre perdió su empleo e incluso sus abuelos perdieron su hogar, pero con el tiempo, los Bridges cambiaron la historia.
El primer día de clases, Ruby fue escoltada por cuatro agentes federales desde su casa hasta la escuela, a su paso por las calles la gente gritaba frases de desprecio, las familias de niñas y niños blancos se negaron a dejar a sus hijos en el mismo edificio y hubo maestros de la escuela que no estaban dispuestos a darle clases. Ese día, Ruby no pudo llegar a su aula.
Al día siguiente Ruby llegó a una escuela desierta, el director la esperaba en la entrada y la condujo a su clase, pasó un año en una escuela vacía, sin amigos con quien jugar ni la oportunidad de salir al patio, pero en compañía de su maestra. Bárbara Henry aceptó sin pensarlo dos veces, ella fue desde Boston, y se convirtió en su maestra de todas las asignaturas; estaban solas, pero juntas crearon un pequeño oasis educativo, así, Ruby y la Sra. Henry se convirtieron en las mejores amigas e hicieron efectivo el derecho a la educación sin discriminación.
Linda Brown, Ruby Bridges y Bárbara Henry son nombres que debemos tener presentes, recordar lo que hicieron y vivieron, con la complejidad y matices que conlleva transformar la injusticia en derechos.
Hoy día, sus historias nos pueden resultar lejanas y tal vez no vemos que tengan cabida en nuestro entorno cercano. Por ejemplo, podemos pensar que aquí la legislación no excluye a la personas por su sexo, raza, religión u orientación. Si miramos nuestro entorno cercano seguramente podemos decir que se han producido avances. Y aquí es importante señalar que los avances en derechos son el resultado del trabajo realizado en este último siglo por Linda Brown, Ruby Bridges y Barbara Henry. Ellas junto a muchas más personas y organizaciones que han trabajado por denunciar lo injusto y transformar todas las esferas de la vida, desde la legislación hasta el camino a la escuela, para que no se produzcan discriminaciones.
Como hemos mencionado al comienzo de artículo, existen aún muchos desafíos como bien nos lo ha hecho ver el movimiento Black Lives Matter. En nuestro entorno cercano, los datos de las últimas investigaciones en materia educativa concluyen que en el acceso y la permanencia en el sistema educativo se están produciendo situaciones de discriminación. Los mecanismos que provocan esta discriminación tienen que ver de forma muy significativa con la concepción sobre la diversidad presente en el sistema educativo.
Recordamos las historias de Linda Brown, Ruby Bridges y Bárbara para pensar la erradicación del racismo aquí y ahora. Para pensar las decisiones que los centros educativos debemos adoptar en relación con los procesos de enseñanza y aprendizaje que practicamos; la forma en que motivamos y estimulamos a las y los estudiantes; las fórmulas de comunicación con las familias y la comunidad; los criterios y procedimientos utilizados para evaluar al alumnado; los recursos de los que disponemos para poder garantizar los derechos para todas y todos, el presupuesto en educación para tener un sistema público de calidad que no deje a nadie atrás.
Su legado nos debe hacer pensar sobre cómo transformar los niveles de desigualdad existente en la educación, en cuanto a resultados, el abandono educativo o continuidad en niveles post-obligatorios. Nos parece importante recordar de cara al 21 de marzo con el objetivo de sumarnos a la campaña de Naciones Unidas #LuchemosContraElRacismo que para acabar con la segregación educativa hoy y aquí debemos trabajar cada día para flexibilizar los currículos, aumentar las plantillas en educación para reducir las ratios, reducir la carga lectiva docente y potenciar programas socio-educativos.
También, tenemos la certeza de que en nuestras aulas hay muchas chicas y chicos, así como trabajadoras y trabajadores de los servicios públicos, que en su día a día trabajan para erradicar el racismo y que, aunque con otro nombre, son como Linda Brown, Ruby Bridges y Bárbara Henry aquí.