Ser una persona no racista o ser antirracista pueden parecer dos cosas parecidas para la mayoría de la ciudadanía, pero hay una gran diferencia entre ambas actitudes. Imagina que acabas de presenciar a alguien diciendo algo racista o actuando de manera racista y excluyente contra otra persona o grupo, bien en tus relaciones personales, o en tu trabajo, o en la calle, en un bar o en una administración pública…. Si no eres racista, no estarás de acuerdo con esa persona. La pregunta es ¿le recriminarías y corregirías su comportamiento? ¿Harías ver que te incomoda y que está mal su forma de actuar? Ahí está la diferencia. Las personas no racistas tienden a ser espectadores, no confrontan y no actúan, puede dolerles e incomodarlos, pero no pasan a la acción, no consideran que involucrarse es lo necesario y justo.
La idea del antirracismo tiene sus orígenes en la lucha de Angela Davis, filósofa, activista afroamericana antirracista y feminista, además de profesora del Departamento de Historia de la Conciencia en la Universidad de California. En sus propias palabras el término cobra sentido: «En una sociedad racista, no es suficiente ser no racista. Debemos ser antirracistas«.
El antirracismo conlleva una posición activa que implica, en un primer momento, el reconocimiento de los prejuicios propios, la existencia de discriminación y racismo institucional, y los propios privilegios para, a partir de ahí, asumir un compromiso en su erradicación que haga posible una transformación profunda de las relaciones de poder y excluyentes de todo colectivo o grupo que vive y sufre la discriminación. Lo más importante de quien se sitúa en una posición antirracista es que no permanecen en silencio frente al racismo, pero también que asumen en su vida, en su trabajo y en sus relaciones una forma activa y comprometida de encarar el problema.
Así, la lucha contra el racismo desde toda instancia, pero especialmente desde los servicios públicos, implica entender sus efectos sobre la vida cotidiana de las personas, y las consecuencias materiales, económicas, políticas y también culturales. Significa hacer una política articulada a otros sistemas de opresión como el machismo o el clasismo, superando la fragmentación de la desigualdad. Supone transformar la realidad en todos los órdenes emprendiendo acciones que deben ir desde la denuncia del racismo estructural y social directo, hasta desvelar y desmontar las nuevas formas de racismo indirecto o sutil.
Para que los servicios públicos tengan la consideración de servicios antirracistas, es necesario que se produzcan y promuevan cambios tanto a nivel personal, en los empleados y empleadas públicos, como a nivel estructural, de concepción del estado de bienestar, así como de los servicios y políticas públicas, dirigidas a garantizar la redistribución de bienes y servicios de toda la ciudadanía, sin distinción alguna.
Desde esta conciencia de activismo antirracista, iniciamos la aventura de ofrecer una acción formativa dirigida al personal al servicio de las administraciones públicas, que pusimos en marcha con más incertidumbres que certezas. Los objetivos que perseguíamos con esta acción abarcaban desde mostrar las diferentes formas que adopta la discriminación y el racismo, pasando por la reflexión sobre su origen, las consecuencias en la sociedad y en quienes lo padecen para, finalmente, ser capaces de construir junto al alumnado propuestas de cambio que pusieran en valor y reconocieran la diversidad de la ciudadanía que es atendida por el personal de los servicios públicos.
A lo largo de estas ediciones, los y las profesionales de los servicios públicos que han participado en este curso, nos han regalado sus reflexiones y compartido experiencias que nos han emocionado profundamente. Creemos que es importante dar a conocer a la sociedad la valía y capacidad de quienes están al frente de los servicios públicos para que cuando estén frente a ti, atendiéndote, sepas que estás tratando con un /a profesional con conciencia y que es consciente de que, para combatir y erradicar el racismo en la Administración Pública, es necesario:
“La sensibilización se debiera trabajar a nivel institucional mediante cursos de obligada asistencia, en lo que a los empleados públicos se refieren. En mi experiencia profesional con ordenanzas, policías y cargos políticos.” (Cristina).
“En atención al público, no prejuzgar los conocimientos o habilidades de la ciudadanía que atender por el mero hecho de un color de piel o tipo de ropa que lleven, por ejemplo.” (Antonio)
“Es necesario ponerse en el lugar del otro, empatizar, empoderar a estos grupos, cambiar desde la educación, instituciones…Creo que para pasar de una conducta no racista a una conducta antirracista se trata de ser proactivo.” (Carmelo)
“Una conducta no racista puede ser una conducta correcta, respetuosa y exenta de discriminación (aunque nadie estemos libre de prejuicios) pero es una postura pasiva. Una conducta antirracista es una actitud proactiva para cambiar las cosas y mejorar la situación.” (Amparo)
“Pues puede que esté equivocada, pero entiendo el antirracismo como la toma de actitud, actividad, acción contra todo tipo de exclusión. Siempre formamos parte de un entorno cultural, de un entorno más social e institucional donde participamos y como personas donde podemos dejar claras nuestras posturas. Y hacer saber a los demás qué conducta tenemos.” (Aurora)
“Al repetir siempre el mismo discurso sin rebatirlo, estamos haciendo visible y logrando la aceptación de una postura y creo que se hace intencionadamente, en las redes sociales es aún peor porque los comentarios a favor de estas posturas sobre todo contra los inmigrantes y las mujeres tienen muchos comentarios a favor y si tratas de dar una explicación de forma moderada recibes insultos y violencia verbal.” (Rocío).
Mohamed nos da las claves: “Para pasar de una conducta no racista a una conducta antirracista se me ocurre:
- Pasar a la acción.
- Denunciar las situaciones injustas que vives o presencias.
- Animar a que los/as demás lo hagan.
- Sensibilizar en tu entorno sobre el tema.
- Criticar la actitud racista del mismo si se producen situaciones delante de ti.
- Estrategias para empoderar a las personas que sufren el racismo.
- Estrategias para normalizar las diferencias y aprovechar los puntos comunes.
- Dar voz a los colectivos discriminados y “no pensar por ellos”.
- Visibilizar a las personas “ilustres” de estos colectivos discriminados para que nos solo sean “protagonistas” las personas negativas de los mismos.
- Medios de comunicación: Respetar su código ético y/o deontológico si lo tienen.”
Finalmente, Victoria nos regaló la conclusión final de este proceso de aprendizaje, al afirmar que: “Los posicionamientos antirracistas implican una actitud permanente que nos impide justificar/apoyar/silenciar la injusticia. Esto aplica en casa, en el bar de la esquina y dondequiera que vayamos. Ahora bien, en los servicios públicos se hace innegociable instrumentar medidas precisas que eviten, minimicen y sancionen ejemplarmente toda vulneración al principio elemental de respeto.”